miércoles, 28 de abril de 2010

Yo, quiero ser un monstruo.











Nuestra cultura tiene lo que tiene. Y no está bien lloriquear o enzarzarse contra aquellos que poseen fama, lujo y dinero que pueden gastar en sus perversiones. Porque de una forma u otra, nosotros, al fin y al cabo, perseguimos lo mismo. Todo el mundo trabaja en busca de una misma cosa, la visibilidad. Los ricos son como nosotros, solo que ellos han conseguido lo que buscaban y la cocaína y la marihuana les resulta más aburrida y repetitiva.

Ridículos, malévolos, golfos, despreciables. Sí, pero ellos son los que se siguen manteniendo en la cima década tras década. Ellos deciden quien se queda y quien se va. Son ellos mismos los que cambian el mundo. Los que hacen y deshacen, los que interfieren en el comportamiento, los corazones y las mentes del mayor número de personas posible. Son ellos los que deciden por nosotros. Y nosotros, seguimos su dictado.

Ellos, nos obligan a usar siempre ropa según la estación del año. Así es el Hemisferio Norte. Y cuando llega el día, los poderosos nos enseñan qué está dentro del círculo y qué no tanto. Pero claro, para eso utilizan a otros seres a los que les hacen creer que son de la familia. Los modelos.

Los modelos son títeres. De largas piernas, tienen por costumbre viciar un poco su organismo. Se despiertan, se masajean el cuerpo y toman café solo. No recuerdan la última vez que fueron felices y piensan en su final, un final cercano desde el principio. Pero para cuando llegue el momento, no sufrirán. Porque para entonces los inhibidores y las pastillas azules les habrán dejado la mirada y la cabeza totalmente vacías.

Los modelos se sacrifican por algo muy bueno y superior. La moda.

“La moda es una forma de fealdad tan horrenda que debe cambiar cada seis meses" dijo Wilde. No sé si la moda es fea, pero inalcanzable para la manada, seguro. Entonces, ¿quién necesita la moda?

La Superclase.


La Superclase necesita decir a los demás “pertenezco a la Superclase”.Y si algo se aprende con el tiempo es que la Superclase es un animal de costumbres, por lo que nunca ataca sin peinarse antes. Tampoco es capaz de hablar con un extraño que no lleve su mismo disfraz de humano. Es un semidiós y resulta difícil hablar con él. Siempre cumple sus deseos y es capaz de provocar celos desde los cristales ahumados de su limusina a cualquier tipo de persona.

Todos los días tenemos la esperanza de conseguir acercarnos un poco más al poder, al que manda y no tiene que obedecer. Pero siempre fracasamos.

Nieztsche decía que "no se puede luchar contra los monstruos sin convertirse en uno".Por lo que, si no conseguimos ser uno de ellos, ¿para qué llorar e intentar cambiar las cosas? Les observaremos desde lejos y les seguiremos. Así, hasta el infinito.


Bibliografía:
La moda: sus secretos y su poder.Josefina Figueras

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